Libros



     

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(más sobre el libro, pinchando en la imagen)











                                                                  LA LEY DEL CIELO

  
                                                                        Mis antepasados inventaron la vía láctea.
                                                                                                                
                                                                                                                Juan Carlos Mestre



              Contempla el cielo como quien lee un libro antiguo.
Como quien repite la fábula nocturna
de la que está hecho el mundo.
Ver muy lejos en él es mirar hacia atrás,
retroceder en el tiempo. Observarnos
tal como éramos.

Hay palabras que se forman en la oscuridad
para hacer ilimitado el cielo
en cada uno de nosotros. Un ceremonial
que se resiste a olvidar su germinación
bajo tanta luz invadiendo a deshora.
Y ahí están las elegantes señales del pasado,
el vasto territorio como un cráneo vacío,
la humilde narración de los hechos.
La imposibilidad del cielo como lo único posible,
sin que nada nos divida aún.

Y así decimos, ya llegan las estrellas,
bajo el secreto del largo camino
que nos trajo hasta aquí
mientras se precipita sobre nosotros
como si la lluvia nos sorprendiese
hablando en la calle.   




                                                              UN DÍA IGUAL A OTRO





            Tal vez llegará  el día
en el que los memorables triunfos literarios
se los lleve el agua,
y sean los libros gastados liquen para las piedras.
El día en el que no sabremos nombrar nada
de lo que existe ante nosotros. Y debamos esperar pacientes
el deslumbramiento de las primeras palabras.
Ya sabemos que aún hay tiempo
para que todo vuelva a girar. Para que de nuevo
el orden y el desorden coincidan,
para despertar sin el contacto con los dioses.
Bien sabéis
que los últimos ciudadanos al marcharse
no podrán mirar atrás,
que un día apenas seremos la canción entonada
por las niñas en el patio del colegio.
Para entonces,
llamaremos sacrificio
a los desamparados hijos sin padre
que continúan soñando,
y ofreceremos las últimas provisiones
a todo aquel que profane ferozmente la vida,
ese delicado minuto
donde todo parece tender a la destrucción.

Uno tras otro llegarán como la noche
en que desaparezca la oscuridad en los libros futuros,
los hombres engullidos por la sensación de lo eterno.
Y será un día igual a otro. No más especial, ni más nuestro,
en el que los recuerdos cabrán en una caja de zapatos,
de la misma manera que el día de hoy
se cierra en un poema con estas mismas palabras,
pudiéndolas olvidar para siempre.


                                                           

                                                                 CELEBRACIÓN



No pesa el mundo más que la palabra.
Que su peso invisible. Y no contiene más luz
que su misma luz de hoy.
Vino desde el tiempo del sueño. Antenatal e informe.
Para mostrarnos su vibración en el vacío,
su doblez
en el origen de las cosas.
De algún modo que no logro comprender,
ella es igual a la belleza indiscriminada
del aire, igual a la desgastada suma de sumas
sin resultado alguno.
No habrá teoría que la muestre como una ínsula
procurando su tiempo, ni teórico que la compare
con el fuego inédito que nos envuelve
y empuja a su centro,
para dormir en él, abstraídos
mirando su llama.
Sus términos aún sobreviven a los seis mil millones
que exceden con nosotros el mundo.
A los miles de años que laten bajo el cosmos.
Camina sola y distraída.
Debemos celebrarlo.



                                              

                                                         EL DON DE HABITAR

           
                                                                            Si el espacio es infinito
                                                                            estamos en cualquier punto del espacio.
                                                                                                                                   
                                                                                                                   J.L. Borges

             

Las estrellas se alejan de nosotros. No cabe duda. 
Los astrofísicos dedicaron la fuerza de mil hombres  
a constatar que el universo 
se quiebra como una botella vacía. 
Que su violencia es elemental, 
armoniosa. Ineludible. 
De este modo, formulo 
que existe un don difícil de comprender  
cuando busca el pájaro ocupar 
su término exacto 
entre la tierra y aquella distancia inasible, 
cuando el hombre establece, sin drama alguno,  
su demérita medida. Un don 
al margen del designio de cálculos y dioses  
aún por llegar. 
Mientras, nos vamos deshaciendo  
en esta dulce incertidumbre de avanzar en la nada. 
Frágiles, sin importancia alguna. 
El viaje será largo. 
Tenemos el único propósito  
de aprender a ser mortales.


 
        





NO ESTABA ESCRITO




Me basta con saber que en este mismo lugar
nuestros antepasados redoblaron la ternura
como quien añade pan a la mesa.
Que sellaron la felicidad sobre un abrazo
en el que edificaron
con otro abrazo la casa,
y bendijeron
la misión de las lombrices
fortaleciendo el futuro de los recién nacidos,
la fertilidad de los sueños más ágiles.
Aunque pronto los cimientos del día
doblaron sus espaldas
hasta besar la tierra que otros habría de pisar.

Nada de lo sucedido estaba escrito,
pero convéncete, estas y otras cosas
estaban dispuestas a salvarnos.

Por eso desde entonces
no necesitamos morirnos todos juntos
para comenzar de nuevo.




POR INCREÍBLE QUE PAREZCA




Un día de estos al relincho de los caballos
responderá el silbato de los hipódromos,
en cada frontera sellada se presentará un niño
con las rodillas manchadas de una hierba fluorescente.
A cada pregunta lanzada al aire
replicará un rumor de piedras en el fondo del río
y las sirenas del cuartel militar
recitarán a los poetas desertores.
Por increíble que parezca, nadie
llegará demasiado pronto
ni demasiado tarde
si un día decide volver tras sus pasos.

No hay más verdad
que esta urgencia de sueño que nos rodea.

El día menos pensando, vendrá la vida
a llevarse a la vida por delante.




LOS DESCENDIENTES




El futuro ha heredado los mejores hijos de la imaginación
y anuncia una fecundación en masa
sobre los pueblos que honran el puñado
de nuevos átomos
que traen como perro fiel en la boca.

Sin descanso, él mismo
tiñe de imágenes las aguas
que descienden
y mojan por igual
los bajos del pantalón, las manos
con las que después se acarician los ojos
y fertilizan sus profecías.

Ay, queridos amigos, el futuro
es una civilización extinguida
que sin embargo habla de memoria
y tose señales de humo
que solo los animales
como antes de la tormenta
logran traducir.





 





       




2 comentarios:

Maya Tuirán dijo...

Hola Ferni soy Yoryi. He leido tu blog tu poesía y es muy inteligente, gracias por estar ahí.

Maya Tuirán dijo...

Soy Maya de nuevo, y es para pedirte que incluyas en el blog tu voz leyendo tu poesia . Un abrazo